• 23 de Abril

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El triunfo de Sebastián Piñera, sorpresivo en lo que respecta a la distancia porcentual que le sacó al candidato oficialista, puede explicarse en virtud de distintos considerandos.

En primer lugar, la  centro-derecha –y con excepción a los porcentajes que obtuvo Matthei en las elecciones del 2013– siempre se ha mostrado como una coalición electoralmente unida y alineada. Producto de esto, era previsible que la centro-derecha saliera en masa a las urnas, especialmente tras el potenciamiento que tuvo la primigenia competitividad que ofrecía la candidatura de Guillier a partir de los votos que obtuvo el Frente Amplio.

Para poder alcanzar el éxito, el trabajo de la centro-derecha no comenzó en la reciente primera vuelta sino que en la década pasada; tiempo en el que el nuevo escenario parlamentario le obligó a buscar apoyos electorales en sectores lejanos a la élite económica, obteniendo un posicionamiento en las clases más vulnerables del país. De esta forma, y para el actual elector de la centro-derecha, los conceptos diferenciadores que algunas figuras del sector han intentado instalar a fin de potenciar sus propios nombres, tales como la derecha económica, la derecha social y la derecha valórica, no son elementos capaces de condicionar la unidad de un sector que se alimenta de un ideario de sociedad en donde la aspiración de mejora socioeconómica ve como enemigo y limitante a las ideas provenientes de la centro-izquierda.

En segundo lugar, y al contrario de lo que hizo la centro-derecha, Guillier y los partidos oficialistas, no demostraron  capacidad para rescatar a sus históricos votantes y para atraer a los votantes del Frente Amplio. De hecho, y en virtud de sus acciones, pareciera ser que había una alta expectativa en conseguir el éxito electoral en función del apoyo que darían los votantes del Frente Amplio a la consigna “todos contra Piñera”. En este sentido, el discurso plagado de ambigüedades en las que cayó Guillier a la hora de intentar acercase al Frente Amplio y la evidente improvisación a la hora de defender los costos de su programa de gobierno fueron algunos de los factores que motivaron a los electores del nuevo referente y antiguos votantes de la Concertación a no entregar su voto al candidato oficialista.

El resultado de esta elección, sorpresivo en la distancia porcentual más no en el resultado, pone fin a la dinámica concertacionista y a su disfraz de Nueva Mayoría, y obliga a la centro-izquierda a repensar la dinámica política con la que ha de resurgir de cara a la próxima elección presidencial.

 

Pedro Díaz Polanco

Director de la Escuela de Administración Pública

Universidad Austral de Chile