• 28 de Marzo

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En 1992 la Asamblea General de las Naciones Unidad estableció el 22 de marzo como el día internacional del agua, el que se viene celebrando desde 1993, generado como un esfuerzo para llamar a la comunidad mundial al cuidado y protección de este recurso vital y necesario para un futuro sostenible, pero 26 años después ¿cuál es el panorama?, frente a un eslogan de "No Dejar a Nadie Atrás", planteado por esta misma organización.

A nivel mundial se identifican 1200 millones de personas que no tienen acceso a ella, y en Chile se calculan 400.000 personas con este problema sin considerar aquellas que no cuentan con saneamiento.

Esta realidad es aún más crítica cuando observamos el avance de la desertificación (causas antrópicas) y de la desertización (proceso natural) muy presente en el norte del país y de la cual se tienen índices de avance de un metro al día, disminuyendo la cantidad de suelos fértiles y creando una brecha cada vez más grande para la reducción de la pobreza.

Pero, ¿qué pasa si se considera a Chile como la tercera reserva mundial de agua dulce en el mundo?, y en nuestra región el déficit de agua no se hace evidente debido a las precipitaciones generosas de la zona y el concepto de sur lluvioso que está implantado en la comunidad, como ciudadanos no somos conscientes del problema que viven muchos de los habitantes de la zona los cuales deben esperar la llegada de un camión aljibe para poder tener agua durante algunos días en época estival cuando sus pozos se secan y las lluvias nos son suficientes.

Es necesario entender que ese ranking no representa la condición de la disposición de dichas aguas dulces ya que están concentradas en ciertos territorios y están representadas en gran porcentaje por glaciares que cada día se van perdiendo y requieren protección.

El año pasado hemos visto con asombro como se hablaba del día cero para Ciudad del Cabo, día en el cual no habría suministro de agua potable, problema originado por la sequía prolongada desde 2015 y por un aumento explosivo de la población, lo que llevo a múltiples racionamientos en la ciudad y a una comprensión más a fondo tanto de los ciudadanos como de las autoridades en cuanto a comportamiento frente al uso del recurso y a la planificación de ciudades que permitan mitigar estos impactos.

Este ejemplo nos permite entender a lo que nos enfrentamos, aunque se vea lejano hay que trabajar en ello para no vernos en estas realidades, para lo cual la educación de los ciudadanos y los planes gubernamentales son fundamentales, considerando nuevas tecnologías eficientes para el adecuado consumo de agua no solo domestico si no industrial así como la aplicación de buenas prácticas, construcción de infraestructura que permita no solo el almacenamiento para épocas de sequía si no la adecuada disposición para el saneamiento y la no perdida de agua dulce entregándola en el mar.

Se requiere normativa que permita la implementación del uso de aguas grises (aguas usadas en servicios domésticos), normativa para el cuidado de los glaciares y humedales, etc., además de la imperante necesidad de la modificación de un código de aguas que permite asumir los derechos de agua son un bien, muy distante de lo que se planteó en la Asamblea General de la ONU en el 2010 donde se reconoció como un derecho humano el agua y el saneamiento, aseverando que el agua potable limpia y el saneamiento son esenciales para la realización de todos los derechos humanos y la reducción de la pobreza.

Por lo anterior es que en el día del agua debemos ser conscientes que la tarea está planteada desde hace muchos años y los pasos dados son grandes, pero si no queremos dejar a nadie atrás, debemos correr todos juntos y salir de nuestro confort en el que no reconocemos el problema hídrico como propio, tenemos que lograr una cultura hídrica en el que defendemos nuestro derecho al recurso, pero también este derecho implica una gran responsabilidad en la protección, lo que debemos inculcar desde el hogar, los colegios, las universidades y particularmente en nuestra región, el respeto a este recurso que percibimos abundante y debemos atesorar para las futuras generaciones.

 

Sandra Moreno Ortiz

Directora Advance Universidad San Sebastián

Facultad de Ingeniería y Tecnología