• 29 de Marzo

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Vivimos una época caracterizada por el fin de los discursos trascendentes en política. Hoy las personas valoran mucho más que antes la importancia del presente, no sólo como vivencia individual sino como articulador de redes humanas, lo que el filósofo francés Mafessoli llama "tribus", potenciadas por las tecnologías digitales.

En ese contexto, los clásicos proyectos de futuro preferidos por las izquierdas tradicionales y su tentación trascendente -tan cercana a la fe- entran obviamente en crisis. Estos discursos provienen del racionalismo clásico, de Hegel hacia adelante.

Ganan en cambio las derechas con su fijación por el presente cotidiano, apuntando sobre todo a los miedos, y en ese contexto siempre van a ganar, por mucho que se les mire con desdén.

El desafío para el progresismo es reformular el discurso, rescatando ese presente, que también puede ser percibido como placentero, en el que caben las articulaciones en pos de la defensa ambiental y las reivindicaciones interculturales y de género, entre muchas otras.

Todo ello en función del placer de sentirse realizados en el aquí y en el ahora, placer potenciado por la virtualidad. No en un supuesto "futuro luminoso", que nunca llegará y que a la luz de las experiencias del siglo XX mejor que no llegue.

 

Jorge Gillies,

Académico de la Facultad de Humanidades y Tecnologías de la Comunicación Social UTEM.