• 29 de Marzo

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“Las mujeres dicen que el hombre casado sabe más bueno”, decía la letra de una canción, por allá por los 90’s. Desconozco si los hombres pensarán lo mismo de las casadas. Lo cierto es que la suerte de la emparejada la desea la soltera y viceversa.

¿Quién no ha escuchado quejarse a las amigas solteras? Es que tú tienes a alguien a tu lado, con quien compartir, conversar. Yo, en cambio, estoy sola. La mayoría de mis noches son para leer, ver películas. Nunca tengo con quien salir. Siempre tratan de buscarme compañía y me da lata cuando todos salen en pareja.  Soy como la agregada del grupo.

Por el contrario la que tiene perro que le ladre, siente nostalgia de la libertad de la soltera. Quién cómo tú que no tiene que marcar tarjeta, ni dar explicaciones. Eres libre. Y la cosa se complica aún más cuándo existen hijos de por medio. No puedo salir porque tengo niños pequeños, sólo una que otra vez y organizándome bien. Además me tengo que levantar temprano si o si. Tú en cambio puedes dormir hasta la hora que se te antoje. He escuchado este discurso más de alguna vez y me ha pasado también.

Lo cierto es que siempre añoramos lo que no tenemos y vivimos sufriendo por lo que ya fue. Para la gran mayoría todo tiempo pasado fue mejor y nos olvidamos de vivir ese presente que, además, elegimos.

La rubia quiere ser colorina, la crespa quiere ser lisa. La gorda quiere ser flaca y la curvilínea se queja de que hay mucho de donde agarrar. No estamos conformes o simplemente nos abruma la publicidad y los paradigmas actuales.

Si le preguntas a cualquier mamá, después de las quejas pertinentes, te dicen que están felices y orgullosas de su familia, que no la cambiarían por nada. ¿Y entonces?

Los hombres por el contrario se casan o “los casan”, cómo se ufanan después de algunos años. Luego, viven mandando chistes en contra del matrimonio, de lo gorda que es su esposa versus la soltera regia, de lo bruja que es la suegra, de lo sometidos que están. De cómo les cambió la vida. Son chistes dicen, pero tienen esa idiosincracia tan arraigada que tal vez terminen creyendo que es cierto todo aquello de lo que hacen mofa.

Pasan los años y la cosa cambia. Volvemos a ese modo infantil de hacer grupos de niñas y de niños. Quién no se ha topado con un grupo de deslenguadas mujeres tomando café o los hombres haciendo Club de Tobi (sí, a lo Pequeña Lulú); y allí dependiendo de la época el tema son los hijos, la crianza, las penas y las alegrías para las féminas; y el fútbol y los chistes subiditos de tono para nuestros machos. 

Continuamos envejeciendo y todo da un vuelco. Los viudos lloran a las mujeres que tanto los reprimían, porque si algo no saben los hombres es estar solos. Las viudas en cambio añoran a esos hombres de los que tanto se quejaban. Todo tiempo pasado fue mejor ¿o no? La historia se repite.

Y tal vez el tema suene recurrente y repetitivo, pero realmente nos olvidamos de vivir lo que se nos presenta día a día. De sacarle el jugo a esa oportunidad que tenemos a diario de ser felices con lo que somos y tenemos. Sentimos nostalgia del pasado o nos la pasamos pensando en lo que haremos mañana, la semana, el mes o el año que viene y se nos gasta la vida a ese ritmo. No digo que no hagamos planes, es genial hacerlos, pero en la organización previa pasamos casi levitando por nuestra existencia, todo enfocado en lo que tenemos que comprar, hacer, llevar, guardar para ese tan esperado día; como si pudiéramos darnos el lujo de desperdiciar el tiempo.

Los invito mujeres y hombres de agua a disfrutar más. A reírse tanto, que se les haga costumbre y sea parte de su vestimenta. A jugar, bailar, dormir, comer rico, caminar, sentir, sentir, sentir. Allí está la clave, pongan sus cinco sentidos en lo que hacen a cada instante y hagan de cada instante un momento alegre y constructivo aún cuando estén haciendo la más tediosa de las labores. Leí una frase días atrás: “intenta no pensar nada negativo por 24 horas y observa cómo cambiará tu vida” Hagamos de esas 24 horas una eternidad. El mundo está lleno de pequeñas alegrías, el arte consiste en saber distinguirlas.

 


Ónika Guerrero Bravo