• 03 de Mayo

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Bullying y ciberbullying: dos formas infames de matonaje escolar

Dr. Franco Lotito Catino

Investigador, escritor y conferencista (PUC)


Dado el notable y creciente aumento de los casos de bullying y ciberbullying, así como el uso recurrente de la violencia y ataques con armas contundentes –cuchillos y pistolas–  por parte de niños y adolescentes, es posible inferir que algo estamos haciendo muy mal en nuestra actual sociedad.

El uso de la violencia ha llegado a tal límite por parte de los estudiantes que los profesores están siendo gravemente afectados por ataques en su contra, hasta el extremo  –de acuerdo con un estudio de la Universidad Católica y la U. de Chile publicado en mayo de 2022– que un 9,4 % de los docentes han presentado su renuncia o están con licencia médica.

Hoy se calcula que esa cifra ha aumentado aún más, ya que en muchos casos, son los propios padres, quienes acompañan a sus hijos a insultar, atacar y agredir a los docentes. Los recientes casos del suicidio de una profesora en la ciudad de Antofagasta tras denunciar amenazas, acoso y agresiones por parte de una de sus alumnas y los padres de ésta, así como el suicidio de una joven estudiante universitaria en práctica que fue acosada y maltratada por parte de su Supervisora de práctica, dan cuenta de la gravedad de los hechos que aquí se analizan.

El bullying o matonaje escolar corresponde a cualquier forma de maltrato, intimidación o abuso de carácter psicológico, verbal o físico que se produce en los establecimientos educacionales, o bien, a través del uso de las redes sociales, a saber, por intermedio del “ciberbullying o acoso cibernético”, es decir, el uso de medios  digitales para realizar ataques personales, difundir falsedades o información personal de las víctimas, y que permite, incluso, permanecer a los agresores en el anonimato.

Estas conductas se han convertido en una verdadera lacra social. Son actos que afectan la autoestima, el bienestar y la integridad física y emocional de las personas afectadas, ya sea que se trate de niños, adolescentes o adultos, sin que exista un verdadero interés por parte de las autoridades responsables –educacionales y de Gobierno– por cortar por lo sano, esta escalada de abusos, al punto que deben ser las víctimas –que incluye a alumnos y profesores– quienes se ven obligadas a abandonar los colegios para no continuar siendo objeto de violencia y malos tratos.

Este tipo de experiencias representa un ataque artero y cobarde a la autoestima e integridad física y mental de las personas, con efectos que suelen ser devastadores y que ya no pueden seguir permitiéndose, ya que las víctimas corren el serio riesgo de sufrir cambios severos de su estado de ánimo y caer en depresiones, en tanto que otras personas más sensibles intentan suicidarse, porque son incapaces de soportar tanta maldad y virulencia con la que actúan los matones, así como también los acosadores virtuales.

A lo anterior, se suman padres –y ciertas autoridades de colegios– que tienden a minimizar las conductas abusivas y la falta de respeto de sus hijos y alumnos hacia otras personas, incluyendo a compañeros de clases y a profesores.

Lamentablemente, la ausencia de valores, principios y reglas claras en estos hogares, permite que los abusos y la violencia se sigan reproduciendo y, lo que es peor, normalizando.