• 28 de Marzo

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Estamos en nuestras casas disminuyendo los riesgos de contagio en esta pandemia y se nos presenta una tremenda oportunidad: jugar con nuestros hijos(as). Antes de la actual situación, estos momentos para muchos padres estaban bastante restringidos, debido a las múltiples obligaciones diarias. Pero hoy, algo de lo que disponemos es tiempo en casa.

Generalmente, cuando nos relacionamos con nuestros hijos(as), asumimos muchos roles diferentes que finalmente determinan nuestra vinculación con ellos(as). Podemos asumir el rol de juez, cuando regresamos después del trabajo y debemos tomar medidas frente a conductas inapropiadas de nuestros hijos(as) durante el día. Podemos asumir el rol de educador, cuando nos juntamos a su lado para supervisar el estudio o la realización de las tareas del colegio. Podemos asumir el rol de consejero, guía o mentor cuando nuestros hijos(as) requieren o nos solicitan un consejo sobre un tema determinado.

De esta manera, nosotros como padres podemos desempeñar muchos roles al relacionarnos con nuestros hijos(as), y cada rol determinará el tipo de relación, de lenguaje, de actitud y de conducta que deberemos desarrollar frente a ellos(as). Pero además, todas estas relaciones serán verticales; o sea, como padres seremos quienes ejerceremos la autoridad y nuestros hijos(as), estarán bajo ella. Pero cuando jugamos con ellos(as), no ocurre esto. Es la única vinculación con nuestros hijos(as), que puede ser y DEBE SER, absolutamente horizontal.

El rol de jugador y miembro de un equipo, nos despoja de nuestra autoridad de padres y vamos a tener la maravillosa oportunidad de que nuestro hijo(a) pueda ganar junto a nosotros como compañeros en la victoria o ganarnos a nosotros sus padres, o simplemente divertirnos juntos. El juego permite entablar una nueva relación con mi hijo(a) donde el vínculo emocional se desarrolla y fortalece, pues las emociones que experimenta al jugar con su padre o madre, quedarán profundamente grabadas en su corteza cerebral.

¿Quién ha olvidado la emoción que sentíamos cuando nuestros padres nos leían un cuento o jugaban con nosotros, cuando pequeños(as)? Dependiendo del tipo de juego, tendremos la oportunidad de abrazar, acariciar y acercarnos físicamente a nuestros hijos(as), reforzando nuestro vínculo emocional. Otros juegos más “intelectuales”, reforzarán habilidades cognitivas en nuestros hijos(as); como el ajedrez, por ejemplo.

También a través del juego, aprenderemos sobre sus principios, su personalidad, sus debilidades y otras características personales que no se logran detectar preguntando. Este rol horizontal, lo podemos desarrollar a través de actividades de esparcimiento que a ellos(as) les agraden. En cada una de estas, construya rituales y repítalos cada vez. Por ejemplo: Si su hijo(a) es pequeño(a), una vez que esté acostado en su cama por la noche, acérquese y léale un cuento corto (no más de 15 minutos) que él (ella) elija. ¿Cuáles serían los pasos del ritual? 1.- espere que esté acostado 2.- vaya a junto a él (ella) y pídale que elija el cuento 3.- acuéstese a su lado, lo más cercano a él (ella)…ojalá abrazado 4.- lea el cuento tranquilamente y permita que pregunte 5.- al terminar, béselo(a) y dígale que lo(a) quiere y es lo más importante para usted. Esto es un ritual. Repítalo siempre igual y fortalecerá el vínculo emocional con su hijo(a).

El ritual puede aplicarse a cualquier actividad. En un partido de fútbol con su hijo(a), a lo mejor el ritual partirá al colocarse la ropa deportiva, después subir al auto, después llegar a la cancha y realizar calentamiento físico para finalmente, jugar.

Es una rutina que usted determina, pero que desarrolla de igual a igual con su hijo(a). Juegue con sus hijo(as), pero establezca una relación horizontal que les permita a ellos(as) sentirse unidos a usted en el amor y las emociones. Su hijo(a) se comunicará con usted desde el corazón y no desde la razón.

 

Gonzalo De los Reyes Serrano

Magister en Educación; Coach en Parentalidad Positiva.