• 19 de Abril

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Los retos que nos presenta la crisis sanitaria en materia de educación no son menores y no exhiben respuestas evidentes en Chile, como en ninguna parte del mundo. Encontrar soluciones en materia educativa, representa un desafío para todos los actores de la sociedad, sobre todo cuando debemos evitar contagiarnos de otra pandemia siempre tentadora: El estatismo educacional.

Durante las últimas semanas, estudiantes y profesores han tenido que ajustarse a los cambios que implica realizar clases por medio de diferentes plataformas digitales, como una medida oportuna para frenar el avance del COVID-19.

La implementación de esta medida, si bien se ha llevado a cabo con ciertas trabas para los estudiantes -como no contar con una red de internet estable, un computador de uso exclusivo, un sistema de audio, un lugar adecuado para estudiar en casa o la falta de empatía por parte de la familia o catedráticos- también las ha presentado para los profesores, que han tenido que lidiar con inconvenientes similares al impartir clases a distancia y tomar exámenes en plataformas online -adecuarse a las nuevas plataformas, capacitarse en tiempo récord, implementar nuevas metodologías, la baja interacción con el alumnado, la frustración ante la falta de interés y compromiso de algunos alumnos- sin nombrar las innumerables preocupaciones que aquejan a las familias chilenas, que hacen suma para la resta.

La emergencia sanitaria no puede ser una excusa para contagiarnos con el virus estatista, que promueve slogans destructivos y facilistas en nombre de la “calidad”, impulsando paralizaciones online, cierres del año académico, o suspensión total del arancel. Lo anterior atenta directamente a la continuidad y el resguardo del proceso educativo, el derecho a la educación de miles de estudiantes, afectando a millones de familias que han hecho grandes sacrificios para que sus hijos puedan acceder a la educación superior y dotarlos de las herramientas necesarias para desarrollar su vocación y alcanzar con disciplina y esfuerzo la meritoria movilidad social.

Debemos entonces, prevenir el contagio del covid-19, pero también la pandemia ideológica y estatizadora que se avecina. Para ello, las casas de estudio juntos a sus directivos y docentes, deben buscar -con urgencia, sentido común y la debida empatía que merece una situación excepcional como ésta- soluciones que permitan entregar un servicio educacional de alta calidad académica, considerando las nuevas circunstancias y las diversas realidades socioeconómicas que viven sus estudiantes. Para alcanzar la eficiencia, estas soluciones deben ir acompañadas del correlativo compromiso y esfuerzo de los alumnos y el apoyo irremplazable de la familia, actuando de manera consensuada y libre. Al fin y al cabo, los cambios impuestos por el COVID-19 no serán pasajeros y esta revolución educacional constituye un desafío que debe ser enfrentado con la voluntariedad de todos los miembros de la comunidad educativa.

 

Katherine Montealegre N.

Vicepresidenta Nacional

Estudiantes y Profesionales

Nuevas Generaciones Udi.