Recientemente se anunció la construcción de un colector de aguas lluvias en Alerce Norte, comuna de Puerto Montt, como parte de un esfuerzo por reducir las inundaciones que afectan periódicamente a los vecinos de esa zona. Esta es, sin duda, una medida positiva. Sin embargo, es apenas uno de los muchos pasos de un largo camino que debemos recorrer para abordar los desafíos hídricos de manera integral y sostenible en las ciudades de Chile, especialmente aquellas ubicadas en zonas lacustres.
El problema que enfrentan muchas ciudades no es sólo la falta de infraestructura para el manejo de aguas lluvias, sino una desconexión entre las soluciones implementadas y las necesidades ecosistémicas del entorno. Los sistemas actuales de gestión hídrica se han centrado en soluciones grises —como colectores y fosas— que, si bien pueden mitigar el problema de las inundaciones en el corto plazo, no abordan las causas de fondo ni ofrecen soluciones duraderas que equilibren las necesidades humanas y ecológicas. Esto es especialmente crítico en un contexto de cambio climático, que incrementa la frecuencia e intensidad de las lluvias, poniendo una presión adicional sobre infraestructuras ya deficientes.
El proyecto que se llevará a cabo en Alerce Norte es una nueva oportunidad para poner sobre la mesa lo que se está haciendo y poner urgencia a una planificación hídrica moderna y sostenible. Iniciativas como la construcción de colectores deben ir acompañadas de un cambio de paradigma en la forma en que gestionamos el agua en nuestras ciudades. En la cuenca del Lago Llanquihue, por ejemplo, hemos trabajado en una Hoja de Ruta que, tomando como referencia experiencias internacionales exitosas como la del Lago Tahoe en California, propone un enfoque integral que combina infraestructura verde, manejo de aguas mixtas y la participación comunitaria.
Esta iniciativa, desarrollada con un enfoque participativo, es un ejemplo concreto de cómo podemos avanzar en esta dirección. Esta iniciativa incluye proyectos piloto de pequeña escala de drenaje urbano sostenible y soluciones basadas en la naturaleza que reduzcan el ingreso de nutrientes a los cursos de agua. Si bien está enfocada en una cuenca específica, sus principios y aprendizajes pueden aplicarse a otras ciudades y cuencas del país.
La experiencia en Lago Tahoe nos demuestra que es posible avanzar hacia soluciones sostenibles si existe una voluntad conjunta entre el sector público, las empresas y la ciudadanía. Este enfoque ha permitido no solo revertir procesos de eutrofización y pérdida de calidad del agua, sino también implementar infraestructura innovadora, como piscinas de infiltración con vegetación en plazas, calles y ciclovías, que ayudan a depurar y gestionar las aguas lluvias de manera natural. Ellos buscan infiltrar el 100% de estas aguas al 2030, las fosas sépticas están prohibidas desde los 60 y tratan el 100% de las aguas servidas.
Es hora de que repensemos nuestras ciudades, no sólo en función de las necesidades inmediatas, sino con una mirada puesta en el futuro, en la resiliencia frente al cambio climático y en el bienestar tanto de las comunidades como de los ecosistemas. No se trata solo de construir colectores; se trata de repensar cómo gestionamos nuestras aguas y cómo planificamos nuestras ciudades.