• 18 de Abril

Sugeridos:


Que el poder transforma es el tema central de la novela de JRR Tolkien en El Señor de Los Anillos. Allí lo personifica magistralmente en Gollum, ese gnomito atractivo e inocente que el poder  convierte en una depravación.

El mundo ha confirmado desde que hay historia la hipótesis de Tolkien, en carismáticos personajes vinculados a la política, a la religión y a la empresa, contaminados por el virus del poder que ataca nuestro ADN humano, convirtiéndonos en monstruos. Desde Nemrod a Calígula, pasando por Nerón y Atila, llegando a  Hitler, Stalin y Mao y hasta Putin que parece campear en el presente. Los griegos lo llamaban “Hýbris”, este síndrome que era considerado el más grave de los trastornos de la personalidad. En este diagnóstico se encuentra la raíz fundacional de las divisiones y contrapesos del poder propios del esfuerzo democrático que ellos desarrollaron.

En una escala más doméstica, somos también testigos - y algunos víctimas - de la deformación y a veces locura, que produce el poder. Quizá el ejemplo más gráfico y emblemático de la historia reciente de nuestro país, fueron nuestros Convencionales durante la pasada Comisión Constitucional.

Porqué este virus deforma brutalmente a algunos y otros (los menos) parecen inmunes a su influencia?  Al parecer los más expuestos son aquellos más nuevos en el acceso al poder, aquellos más obsesivos tras objetivos ideológicos o religiosos poco alcanzables y quienes sufren un grado de trastorno narcisista en la configuración de su personalidad.

Los síntomas más recurrentes de los avances de esta enfermedad del poder suele ser el creciente hermetismo del grupo enfermo, de sus incoherencias  entre discurso y  acción, de su incapacidad o desinterés de aprender de la experiencia especialmente si es de otros, del abismo entre la realidad y el cúmulo de promesas de futuros mejores y la obsesión de ser centro, noticia, comentario de la comunidad en que lo ejercen.

No obstante los esfuerzos en contrario, la creciente incoherencia del discurso pro ecología y transparencia de nuestro gobierno comunal frente a la inacción urbana estructural y opacidad de su gestión en el sentido opuesto, la obsesión ideológica que trasformó a “Trasforma” en una secta hermética que expulsó a quienes no compartían el “Apruebo” en el Plebiscito Constitucional y la ferviente construcción de un imaginario político de protagonismo narcisista y artificial, recubierto con permanente demostración de influencias, salpicado de titulares rimbombantes e inagotables promesas futuras incompatibles con la realidad, son a mi juicio señales de peligro.

Es que no existe plan de electro movilidad ni tiene sentido una estación intermodal si no hay un estudio inmediato y profesional del colapso vial intraurbano e interurbano que considere la solución ferroviaria. No hay Parque Costanera si no hay un inicio inmediato de su par vial, no hay solución al colapso ambiental si se cuadruplica el radio de la ciudad de Puerto Varas sin resolver siquiera su factibilidad sanitaria. Tampoco hay  posibilidad de contener la residencia rural si no se reconoce su vinculación a la caída de la calidad de vida urbana provocada por la especulación inmobiliaria. Menos aún habrá  avances hacia el reciclaje si se le entrega el monopolio de la recolección y la disposición de deshechos a quienes han sido idearios y beneficiarios del Vertedero La Laja, esa bomba ambiental cuya cuenta regresiva ya comenzó, poniendo de esta forma  además en riesgo la autonomía de la autoridad democráticamente elegida por la ciudad.

En consecuencia, temo que nuestro gobierno comunal este siendo cooptado por el Síndrome de Hubris, algo triste y grave para el futuro de la Comuna de Puerto Varas, la Cuenca del Lago y nuestra Región.

Pablo Ortúzar A