El trastorno psicológico que consiste en mentir de manera compulsiva y patológica se denomina mitomanía y el sujeto mitómano tiene como principal objetivo –o agenda oculta– aparecer ante los demás como un individuo más atractivo, inteligente y capaz de lo que realmente es.
En este sentido, el mitómano muestra una constante inclinación por falsear y alterar la realidad con el fin de convertirla en algo más grandioso y extraordinario de lo que objetivamente es, lo que lo conduce a generar una imagen distorsionada de sí mismo, generalmente con aires y delirios de grandeza, una condición que, demasiado a menudo, la podemos observar claramente en la clase política, cuyo mejor exponente, hoy por hoy, es el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, un sujeto, cuyas mentiras, volteretas y “vueltas de carnero” son legendarias.
A lo anterior, hay que sumar rasgos como la hipocresía y el cinismo, donde el hipócrita finge cualidades y/o sentimientos que son contrarios a los que realmente experimenta, en tanto que el cínico miente de manera impúdica, mostrando una notable falta de vergüenza al mentir.
Los mitómanos son sujetos que tienden a manipular de manera obsesiva y constante a quienes se encuentran en su entorno cercano –y no tan cercano también–, siendo gente experta en prometer el cielo, mar y tierra para luego “olvidarse” de manera muy conveniente de las promesas hechas, una vez que han logrado sus objetivos, o bien, se empeñan en desmentir –con un grito en el cielo y rasgando vestiduras–, en relación a que nunca dijeron lo que dijeron, no obstante las evidencias que demuestran todo lo contrario, en cuyo caso –y con una amplia y burlona sonrisa en la cara– usan las usuales frases que siempre tienen escondidas como un as bajo la manga: sus palabras fueron “mal interpretadas” o que fueron “sacadas de contexto”.
Hablamos entonces de mitomanía cuando existe una conducta con carácter enfermizo, en que el sujeto desfigura, disfraza o maquilla la realidad, ya sea engrandeciéndola o sustituyéndola por otra que es más conveniente para la historia que desea representar. Lo anterior, incluye adulterar y adornar la información de lo que se es, se sabe o se cree de una manera que es crónica y reiterada, lo que determina que el sujeto comienza a vivir una segunda vida con la cual se identifica completamente y como si ésta fuera totalmente cierta: ha hecho de la mentira su forma de vida.
El problema más grave con los mitómanos es que no tienen un freno ético ante esta actividad o actitud mental, condición que termina por provocar en la gente que los escucha la desconfianza, el rechazo y la total pérdida de credibilidad.
Digamos, finalmente, que las personas mitómanas conocidas también como “mentirosos patológicos”, son sujetos, quienes, conjuntamente con mentir frecuentemente e inventar historias exageradas y fantasiosas, llegan hasta el grado de creerse sus propias historias y mentiras.