• 03 de Mayo

Sugeridos:


Desde el surgimiento de las comunidades humanas, se han instaurado normas que regulan las conductas sociales, destinadas a asegurar la continuidad y cohesión de los clanes. En cada era, ciertos aspectos como lo religioso, lo político y la conducta sexual han sido considerados especialmente preciados, permeando verticalmente tanto estados nacionales como unidades familiares.

La pertenencia a un grupo a menudo implica la exclusión de otros. Esta lealtad requerida, unida al temor que suscita aquel que desafía nuestras convicciones y creencias, ha dado lugar a etiquetas como extraño, extranjero, raro, maricón, oveja negra, comunista, facho, beato, ateo, entre otras. Dichas etiquetas son la manera en que sancionamos a aquellos que cuestionan las convicciones grupales, olvidando que estas reglas son temporales y propias de culturas particulares.

En Occidente, el pensamiento religioso prevaleció durante siglos, monopolizando el conocimiento, reclamando la verdad y asociándose al poder político para imponer parámetros sociales. Fue en el siglo XVII, conocido como el "siglo de las luces", cuando se inició la Ilustración con filósofos y científicos franceses, alemanes e ingleses liderando el pensamiento racional como la forma más eficaz de combatir el fanatismo religioso y la ignorancia.

La razón engendró eventos trascendentales como la Revolución Francesa, la Revolución Industrial y el método científico, marcando nuestra aproximación al conocimiento, la política y la economía hasta el día de hoy. Aunque la lucha entre razón y religión dejó cadáveres a su paso, la espiritualidad, confundida con la religión y domesticada por sus iglesias, logró perdurar.

En el siglo actual, hemos sido testigos de la masificación de prácticas diversas que apuntan a un concepto amplio de desarrollo personal y salud mental. Estas prácticas, que aumentan la autoconciencia y el autoconocimiento, conectan con preguntas existenciales acerca del sentido de nuestras vidas. Surgen así librepensadores que rompen con sus creencias tradicionales, construyendo sus propias respuestas con la incertidumbre y el coraje de hacerlo sin intermediarios ni dogmas religiosos o ideológicos.

No obstante, la libertad no es gratuita. Explorar el desconocido territorio de nuestra vida, sin faros que orienten nuestra navegación existencial, genera angustia y estrés adicional, pero al mismo tiempo nos regala la posibilidad de descubrir nuevos mundos, anteriormente reservados para unos pocos iniciados. Ya sea a pie, a lomo de mula o en un Ferrari, carecemos del GPS existencial que nos obliga a desarrollar nuestras propias herramientas para equilibrarnos y alcanzar la mejor versión de nosotros mismos. Prácticas como biodanza, meditación, contacto con la naturaleza, constelaciones familiares, sonoterapias y coaching ontológico representan diversos caminos hacia el autoconocimiento, un proceso que nunca concluye pero que, cualquiera que sea la elección, requiere perseverancia.

En muchos casos es también, el umbral del crecimiento espiritual.