La reciente aprobación en la Cámara de Diputados de la indicación para suspender el Sistema de Admisión Escolar (SAE), conocido como la "tómbola", ha reabierto un debate crucial sobre la educación pública en Chile. Aunque diseñado para garantizar igualdad de acceso y combatir la segregación, la realidad muestra que no ha logrado cumplir su promesa de equidad y oportunidades.
Es fundamental distinguir entre igualdad y equidad. Aunque el SAE buscaba igualdad en el acceso, se aleja de la equidad al no considerar el contexto y las condiciones de cada estudiante. Detrás de su aparente imparcialidad, emergen historias de familias y niños que enfrentan obstáculos que el sistema no previó: una madre que retira a su hijo autista del colegio por discriminación y bullying debido a la falta de preparación del establecimiento, un padre que no puede costear el transporte a un colegio lejano, lo que obliga a su hija a faltar frecuentemente a clases y estudiantes en aulas de 45 alumnos sin la atención necesaria. Este sistema, lejos de abrir puertas, muchas veces las cierra, empujando a muchos a los márgenes y fomentando la deserción escolar.
Los proyectos educativos diferenciados como los deportivos o artísticos están diseñados para potenciar habilidades únicas en los estudiantes. La tómbola asigna sin considerar estos elementos, desperdiciando oportunidades para canalizar talentos hacia entornos que enriquecen su educación y futuro. Esta falta de alineación limita el potencial, desmotiva y afecta la autoestima y rendimiento de los estudiantes.
Hoy vemos el resultado de una política pública que, en lugar de motivar a los estudiantes a estudiar y superarse, ha generado desinterés y falta de compromiso. Este es un recordatorio de que las políticas educativas deben no solo garantizar acceso, sino también promover el desarrollo y la motivación de los estudiantes, asegurando entornos que les inspiren a alcanzar su máximo potencial.
En el debate parlamentario el ministro de Hacienda, Mario Marcel, advirtió que aplicar esta indicación dejaría al sistema educativo sin un mecanismo de admisión, entregándolo al arbitrio de quien decida: ‘Puede que a uno le parezca un mal sistema de admisión, otra cosa es que no exista ningún sistema’. Esto subraya la urgencia de llegar a un acuerdo que garantice un acceso en 2025 que contemple verdadera equidad y oportunidades, lo cual requiere voluntad política para lograrlo.
Una propuesta viable sería permitir a los padres elegir proyectos educativos que respondan a las necesidades de sus hijos, priorizando a quienes tienen más vulnerabilidades “emparejando la cancha”.
No basta con eliminar filas; se necesita ofrecer verdadera equidad. Aunque eliminar la competencia visible por cupos escolares es un avance, no aborda las raíces profundas de la brecha en la educación.
Esta acción, sin medidas complementarias, solo fue un cambio superficial que ahora debe acompañarse de estrategias para asegurar un acceso equitativo y oportunidades de calidad.
Es esencial impulsar la "movilidad" invertida, dotando a los colegios con mayor demanda de más infraestructura y capacidad de matrícula, así como promover programas de apoyo a la movilidad y mayor inversión en la formación docente para preparar al personal en entornos diversos y complejos.
El desafío es grande, pero la educación inclusiva y de oportunidades reales es la base del desarrollo. Reformar el SAE y fortalecer la educación pública son pasos imprescindibles hacia una sociedad justa.
Cada niño es una promesa, y debemos garantizar que tengan la oportunidad de cumplirla.