• 06 de Diciembre

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¿Cómo se puede escribir algo así con tan pocos años en el cuerpo? Solo alguien de precoz talento, observadora del mundo, poseedora de una desbocada imaginación y con dolores en el alma propia llamada Mary…Mary Shelley. A sus escasos 19 años se despachó una obra imperecedera como ésta.

¿Que la prosa suena anticuada? Por supuesto, si tiene doscientos años. Pero, al seguirle la hebra, vaya que suena exquisita, hasta musical cuando describe paisajes como el lago de Ginebra en Suiza con sus montañas, los glaciares de Chamonix, el Rhin y su viaje hacia el mar o los paisajes bucólicos del centro de Inglaterra. Pero me estoy desviando de lo esencial, porque quiero alcanzar a decir que se nota que se escribió con dedicación, desde el alma, con una atmósfera bien elaborada, grandes dilemas  y unos personajes como Frankenstein y su creación sin nombre, muy bien delineados, de manera que por ellos uno puede oscilar entre una gama de epítetos y emociones. Y un lenguaje muy cuidado, como pasado en limpio mil veces para llevarlo a la perfección.

La obra aborda temáticas y reflexiones a montones. La soledad. La angustia del  rechazo. Los peligros de la ciencia y los límites de la ética. La soberbia de creerse un Dios creador. El pecado. La redención. El odio y la venganza. La discriminación y la falta de empatía tan tristemente vigentes hoy.

Mi primer encuentro con Frankenstein en mi adolescencia no pasó de las primeras páginas. En ese momento no me cautivó esa forma de narrar más bien árida y predecible. Por supuesto el joven de esa época buscaba acción, miedo y sobre todo terror. Y tal vez por ese recuerdo prejuicioso siempre le hice el quite, hasta ahora, que me he puesto afortunadamente al día con este clásico. Ahora Frankenstein y yo estamos en paz.

Frankenstein y su bien ganado lugar en la literatura, eso creo. Y Mary Shelley una visionaria de la ficción científica y una escritora adelantada a su tiempo. Una profeta de lo que vendría después en algo así como las clonaciones y la transgenia. Mary, ha sido un honor leerte doscientos años después.