Por mucho que se diga –y se repita– que “el bullying y la violencia en los colegios siempre han existido”, esta frase resulta ser una falacia que no puede ocultar y/o minimizar que el tipo de violencia que se vive en algunos colegios, hoy en día, se ha disparado y que está fuera de control.
Para “botón” de muestra: el día 18 de noviembre de 2024 en el colegio Aconcagua de Quilpué, Región de Valparaíso, se registró una serie de desórdenes, desmanes y actos vandálicos causados por un grupo de alumnos, quienes realizaron rayados de muros en los urinarios y baños del colegio, destrozaron casilleros, mobiliario y salas de clases, supuestamente, en “honor” a la despedida de otro grupo de estudiantes que terminaba su ciclo de educación en dicho establecimiento.
El día 23 de octubre de 2024 en el Internado Nacional Barros Arana (INBA), un colegio emblemático y de prestigio de Santiago, se produjo una fuerte explosión causada por artefactos incendiarios que manipulaban un grupo de estudiantes –bajo la aparente colaboración y manipulación por parte de personas adultas externas al colegio– y que terminó con más de 30 alumnos heridos, muchos de ellos con quemaduras graves en su cuerpo y vías respiratorias, y con cuatro estudiantes con riesgo vital. Se ha perdido la cuenta del número de veces que alumnos de este “emblemático” colegio han salido a arrojar bombas molotov en contra de buses del transporte público, en contra de vehículos de carabineros, e incluso, con la amenaza latente de lanzar estas bombas incendiarias en contra de sus propios profesores, lo que tiene aterrados a muchos de los docentes que allí se desempeñan.
En septiembre de 2023, un grupo de alumnos del Instituto Nacional –otro liceo emblemático de Santiago y cuna educativa de varios presidentes de la nación– lanzó elementos incendiarios en una oficina de Inspectoría, donde había personal docente y paradocente, acción que, afortunadamente, no tuvo consecuencias graves para profesores y alumnos, salvo la destrucción completa de la oficina. Otros alumnos llevan a sus colegios granadas de gas, bombas de ruido, cuchillos y armas de fuego.
Curiosamente, todos estos colegios tienen por misión “contribuir a la formación de buenos ciudadanos, con habilidades sociales y emocionales, con valores y principios sólidos” y entregar a la sociedad “personas que no solo aporten a su comunidad” en el plano social, científico, artístico, deportivo y ecológico, sino que también “ayuden a transformarla”. La pregunta que cae por su propio peso, es: ¿dónde están fallando el Estado, los respectivos gobiernos de turno y la educación, que expliquen tanto ánimo de violencia y destrucción?
A lo anterior es preciso agregar una segunda pregunta, a saber: ¿qué rol están jugando los padres de estos estudiantes tan violentos? Lamentablemente, acontece que la ausencia de valores, principios y reglas claras en estos hogares, permite que los abusos, el bullying, la violencia y el ánimo destructivo se sigan reproduciendo y, lo que es peor: normalizando, ya que pareciera que la enseñanza que prima en algunos de estos hogares, es que los supuestos “derechos” o “demandas” que exigen los estudiantes, sólo se obtienen por la vía del uso de la violencia, sin que importe mucho el nivel de vandalismo y destrucción sin sentido que ello traiga consigo.