• 01 de Mayo

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La pandemia está afectando a todos y de manera importante al personal de salud, quienes no solo están más expuestos a enfermar, sino también a presentar problemas psicológicos, como reacciones de ansiedad, trastornos depresivos o de estrés postraumático. Ese mayor riesgo se debe a la exposición directa a la enfermedad, al temor a contraer la infección mientras prestan el servicio, muchas veces sin los equipos de protección personal adecuados; al aumento de la presión laboral, por enfrentarse a dilemas éticos y a tener que brindar atención a personas gravemente enfermas con recursos limitados o inadecuados; y a la separación de sus seres queridos impuesta por la demanda en el trabajo y por el temor a contagiarlos.

Para el personal de la salud, no es fácil balancear sus propias necesidades con las de las personas enfermas, ni de los requerimientos de sus seres queridos con turnos extenuantes y sobrecargados de estrés, evidenciando el dolor de muertes masivas, en contexto de condiciones precarias y con bajos niveles de protección y de contención. Esta sobredemanda no solo continuará por el COVID-19 hasta que no tengamos una vacuna eficaz, sino que continuará por el aumento enorme que se está generando en las listas de espera quirúrgica, en las descompensaciones en enfermedades crónicas no transmisibles y por la gran cantidad de personas que consultarán tardíamente por cáncer y otros padecimientos, lo que generará de todos modos una constante sobre demanda por atención en los próximos meses. Quizás años.

Esta dura realidad, nos obligará a priorizar que el personal de la salud, no solo esté dispuesto en cantidad y capacidades suficientes, conste con equipos de protección personal adecuados, una estrategia efectiva de contención y apoyo psicosocial, sino también a que se hagan arreglos institucionales en el sector salud para enfrentar adecuadamente lo que se nos viene. Estos desafíos guardan relación con mejorar nuestras capacidades de vigilancia epidemiológica; de fortalecer a la atención primaria para que además de su labor en la contención de la pandemia, pueda estabilizar a las personas con padecimientos crónicos y detectar tempranamente cánceres y otras patologías, evitando agravamientos y hospitalizaciones; y, evidentemente, aprender de las lecciones y aprovechar toda la capacidad instalada público privada para enfrentar con un lógica común, de salud pública, los próximos desafíos. Se lo debemos a quienes no nos han pedido aplausos, sino real apoyo.

 

Osvaldo Artaza, Decano Facultad de Ciencias de la Salud Universidad de Las Américas