Como muchos otros, fui partidario del “Proyecto Parque Estación” desde sus orígenes hace ya siete años. Facilité su aprobación por parte del gobierno regional de la época y aporté a su financiamiento en momentos difíciles.
Me parecía una iniciativa genial de un grupo creativo de arquitectos jóvenes, un modelo, un ejemplo para transformar en activos los pasivos urbanos en que se convierten las Estaciones de FFCC del Estado abandonadas cuando están fuera de uso en nuestro país. Un lindo proyecto, de un PARQUE URBANO para Puerto Varas que aportaba a las áreas verdes tan escasas de la ciudad, un pulmón de naturaleza que enaltecería este barrio histórico y contribuiría a integrar el paseo y la vida familiar de los Puerto Varinos y visitantes uniendo este nuevo Parque al Parque Phillippi y al Paseo Costero de Santa Rosa. Esa fue la promesa a la comunidad.
Durante cuatro años tuve esperanza en sus avances y justifiqué con sus promotores el arriendo de sus espacios permanentes como estacionamientos, el uso en arriendo de los espacios esporádicamente para Fiestas Costumbristas, gimnasia y otras ocasiones como “necesidades de la transición”. No obstante, las familias del Barrio Decher y San Martín reclamaban porque “estos señores de Santiago vienen a explotar la Estación con fiestas y alcohol por la plata, sin importarles la invasión del descanso de las familias y el deterioro del barrio con el estruendo del micrófono, su música estridente y su aglomeración”.
Después del Festival de “Piedra Andina” los temores de mis vecinos se confirmaban, y me acerqué a la Fundación para buscar soluciones. Parque Estación ya no era Parque y sus buenos aportes en Ferias y otras actividades comunitarias estaban siendo opacados cada año más por el daño público que provocaba el uso del recinto como un ruinoso Centro de Eventos Clandestinos. Sin aislación, sin los resguardos sanitarios y de seguridad mínimos y en un recinto en medio de un barrio residencial cuyo objeto explícito por la normativa territorial y propiedad de empresa pública es otro, sólo puede operar en la clandestinidad y con la complicidad del Municipio.
Dos años después de ser considerado “persona non grata” por mis antes admirados emprendedores, comprendí el rol estratégico de las Mesas Territoriales instauradas por el Municipio, y tuve la ocasión de verlas en acción. Cinco Juntas de Vecinos conformaron por decisión del Municipio la Mesa Territorial de este sector de la ciudad. De ellas, la más antigua, Juan Pablo II por la ubicación de sus 80 familias es la que hoy sufre el atropello a sus derechos de descanso y el deterioro de sus vecindarios a causa de las actividades ilícitas de la Fundación Parque Estación Sur. Pero estando en juego las “regalías” municipales (muchas por cierto en campaña) que son canalizadas a través de las Mesas Territoriales, la voz unánime de los vecinos de Juan Pablo II contra el abuso y engaño de Parque Estación, tuvo que ser acallada como minoría en la reunión a la que asistí y adonde se impuso un “Protocolo” permisivo de las actividades que denuncio, y que además el Municipio informó convertir en “Decreto Municipal”.
Inicio esta denuncia a quienes me han leído por muchos años y me conocen, porque creo que este abuso y colusión entre la autoridad y sus Fundaciones Amigas actuando fuera de la ley, debe ser desenmascarado y castigado primero por la ciudadanía.