El día del patrimonio. El fin de semana del patrimonio. El mes del patrimonio. La idea fue escalando y mutando a medida que pasaban los años. Lo que era el día para conocer edificios institucionales normalmente cerrados para público general, pronto se fue transformando en otra cosa. Así, vino la pluralidad de la palabra, hablar de los patrimonios, y como no, de los y las patrimonios, humanos, materiales, naturales, vivos, efímeros. Lo que partió como una manera de recordar el valor del pasado, avanza hacia la interpretación y la tensión de cómo ese pasado debe ser recordado. Una cosa es poner en valor el pasado, otra es para qué.
Como todos los años, es muy probable que Puerto Varas tenga actividades de todos los tamaños y colores. Exposiciones, inauguraciones, encuentros, caminatas barriales, seminarios, conversatorios. La memoria avanza paso a paso, incorporando el olvido selectivo y conveniente. ¿Se puede elegir lo que se recuerda? ¿Se puede definir qué recuerdos son más importantes, significativos y mandantes? ¿Se puede olvidar lo irrelevante? ¿Es voluntaria la memoria?
Puerto Varas recién acaba de recuperar su tren, superando así una larga historia de abandono, rayados, uso del espacio como baño público, camping clandestino, mini basural, entre otras desgracias. No es el recorrido que había antes, sino una versión más acotada, pero que sí genera un impacto en quienes pueden, ya sea por primera vez, o como era antes, usar el tren para ir hacia donde van y sobre los rieles. Añorar lo que fue. Vivir lo que es.
El caso de la navegación, parte fundamental de la historia comunal, no es tan feliz. Lejos se ven los horizontes de tener una marina pública que incentive la navegación para el deporte, el turismo y el traslado de pasajeros. Ni Puerto Grande, ni Puerto Chico, ni la Fábrica, ni Playa Hermosa, ni La Poza, que podrían ser puntos de embarcaderos, parecen estar cerca de volver a serlo. El caso del vapor Santa Rosa es otro claro ejemplo oxidado. Los restos de la embarcación tirados en el centro son apenas chatarra descuidada, templo para ratones y refugio de incivilidades. Distantes están los recuerdos de la iniciativa de crear un museo flotante con forma de barco, que recuerde la historia de la navegación comunal.
Para el caso de las casas antiguas, tanto en la zona urbana como rural, incluyendo los galpones, la suerte es aún más compleja. Lo más probable es que la mayoría de estas construcciones, en 50 años más, estén en el suelo, si es que no reciben un trabajo completo de restauración. Por su parte, el barrio patrimonial sufre la fatiga de su postergación parcial. La plaza del juguetero Brintrup, inaugurada en el contexto del patrimonio, está con daños desde hace largos meses. El tren de madera es un lugar donde ninguna familia quisiera ver jugar a sus hijos. Está lleno de maderas podridas y clavos salidos por todos lados. El estado de las veredas del barrio patrimonial también habla. Cada grieta, cada hoyo, es una huella de arqueología moderna. Sobran las explicaciones y los anuncios, que se aderezan con las cosas que sí se han hecho. Hay avances, sí, suficientes, no. Es un proceso, claro, un camino, una historia, una excusa, una verdad.
El mes del patrimonio es el mes del olvido. Recordar es poner en valor lo que vale, antes de que sea tarde. Ayer atiende la intención de mañana, en ese presente donde el consenso y el sentido común suelen figurar como diversos, divergentes, plurales, y al mismo tiempo, arbitrarios y sentenciosos. El afán de la épica invita a una ética de la pertenencia, el respeto por la nostalgia de los tiempos no vividos, que es también la interpretación y la instrumentalización de lo pasado, para la concepción de un sentido de futuro. Las cosas fueron como fueron, las cosas son como son. Lo que queda es lo que es, y lo que viene, lo que podría ser. Puerto Varas 2030, para luego, el 2050. Pero, los siglos no suelen llevarse bien con las décadas. No siempre la memoria abraza el olvido. Más bien lo olvida.
No hay nada más patrimonial que hablar de la importancia del patrimonio. Pareciera que lo que importa no es el pasado, sino el futuro, incierto ante el vacío del presente y su inmediatez exacerbada, polemista y performática. El mes del patrimonio carga con la búsqueda de sentido. Va desde la postulación a un fondo a una política pública, una ley pretendida o una candidatura personalista en nombre de todos y todas. El recuerdo patrimonial pasa a ser la envergadura del sueño. Seguramente el pasado es un lugar más seguro para el futuro que el presente esquivo de claridad, y de realidad. Un lugar donde todo lo que sobra es lo que falta. De lo que se jacta, carece. El patrimonio, los patrimonios, las y los patrimonios, tantas palabras, que entre tanto y tanto valen por lo que no dicen. Integralidad, plenitud, comunidad y completo. El patrimonio local se sirve con mayo.