• 29 de Marzo

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Hoy estamos dando dos batallas frente al coronavirus: la primera, sanitaria, y la segunda, económica; ambas, hasta ahora, al parecer bien encaminadas en nuestro país.

Sin embargo, hay un reto adicional y urgente que ha quedado más bien postergado: el cuidado y la atención de los niños más pequeños en la coyuntura de la pandemia, especialmente de quienes viven en contextos vulnerables.

Si bien en términos de salud, en general, los niños pueden ser incluso asintomáticos al brote viral, a nivel emocional, es posible que estén severamente afectados. Una reciente declaración del Comité de Derechos del Niño advierte sobre el grave efecto físico, emocional y psicológico del COVID-19 en los menores y hace un llamado a los Estados para proteger sus derechos, recalcando que muchos de ellos se encuentran en confinamiento el cual los expone a una mayor violencia física y psicológica en el hogar.

Dicho de otra forma, ahora ¿quién se hace cargo de los niños vulnerables? Por estos días, se verán al cuidado de adultos mayormente estresados, con incertidumbre por sus empleos; que viven hacinados en pocos metros cuadrados, generalmente compartidos con otras personas, propiciando contextos en que además la violencia intrafamiliar puede aumentar.

Por ello, es imprescindible que estos niños tengan una “guía” o “tía” que los acompañe de manera remota o por teléfono mientras dure la crisis.

Según datos de la Encuesta Casen, en el primer y segundo quintil, solo el 34% de los niños de 2 a 3 años asiste al jardín infantil. Así, el “distanciamiento social” con el otro 66% se hace aún más “distante”.

Ahora bien, si de ese universo tomamos, por ejemplo, al 20% de los niños más vulnerables del país que no está matriculado en ningún establecimiento educacional, esto es, 96 mil niños de 2 y 3 años (nivel medio menor y medio mayor), y se les proporciona visitas virtuales personalizadas dos veces por semana, por media hora, con un procedimiento riguroso y amable, se necesitarían 2.400 personas trabajando, cada una, 40 horas semanales.

En términos de costos, serían aproximadamente US$ 6 millones mensuales y con beneficios ampliamente comprobados. Como ejemplo, James Heckman, nobel de Economía, afirmó en una entrevista a la BBC, que invertir en la educación infantil es la mejor estrategia contra el crimen, dado que la falta de estímulos cognitivos y afectivos en la primera infancia generan carencias de por vida.

Es precisamente esta la metodología que desarrollamos en la Fundación Niños Primero y en donde el cuidado de los lazos afectivos es el centro. Desde 2016, la Fundación realiza visitas educativas presenciales a niños de entre 2 y 4 años que por distintas razones no pueden asistir al jardín infantil. Sin embargo, desde el 20 de marzo, estamos realizando más de 900 visitas semanales de manera virtual a nuestras familias de 17 comunas, una experiencia que nos ha llevado a modificar nuestra metodología de enseñanza, pero que estamos convencidos lo hicimos a tiempo para contribuir a contener familias y propiciar espacios más seguros.

Por esto advertimos sobre la urgencia de contar con” tías virtuales” permanentes y personalizadas para los niños más vulnerables, que además entreguen herramientas a sus padres o cuidadores para lidiar con el estrés de la pandemia del coronavirus, de manera que exista una “patrulla de alerta por la infancia”, operativa y eficaz, tarea en la que, por cierto, nos ponemos a disposición de las autoridades y privados que quieran sumarse en esta cruzada preventiva por la primera infancia.

 

Anne Traub

Directora ejecutiva,

Fundación Niños Primero.