• 19 de Abril

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Ya de antes del conflicto social actual, Chile presentaba lamentables indicadores en salud mental. 

La presencia de cuadros de depresión, ansiedad, agotamiento físico y mental ocupaban una buena parte de las quejas de la población. Junto a ello, las elevadas tasas de suicidio juvenil y de adulto mayor nos colocaban en el foco de atención mundial con los indicadores por sobre la media OCDE.

Para ese complejo panorama -que cruza de manera transversal a una parte relevante de la población- el Estado no tenía respuesta; bajos presupuestos daban cuenta de la poca prioridad que el tema tenía para diferentes gobiernos. Como muestra de lo anterior, el psiquiatra Alberto Larraín lo expresó con números en una entrevista de este año “1 de cada 4 chilenos tiene hoy una enfermedad de Salud Mental. Cerca de 3.8 millones de compatriotas. De ellos solo el 20% recibe tratamiento”, dijo.

Frente a la actual coyuntura, los trastornos de salud mental se elevan a la altura de pandemia dejando a pocos individuos indemnes frente a la ansiedad, estrés, alteraciones del sueño y labilidad emocional, la reactivación de memoria traumática hace que emerjan con fuerza cuadros de estrés post traumático y similares en población que ya ha sido expuesta con anterioridad a eventos altamente estresantes. 

Los problemas en la construcción de rutinas diarias y en muchos casos de transporte y subsistencia colocan a las personas de nuestro país al borde de sus capacidades psíquicas para elaborar los eventos del día a día. Lo anterior sólo puede profundizar la crisis de salud mental en el país. Frente a ello no existen recetas mágicas, pero si algunas acciones concretas que permiten lidiar con el cotidiano: 

 

Evitar sobre exposición a conversaciones y mensajes: Tanto usted cómo su familia (en especial niños y niñas) deben regular el flujo de información, muchas veces contradictoria, sino derechamente falsa, que aparece de manera continua por los medios de comunicación (online o TV). Poder regular lo que escucha y lee permite “desconectarse” de los eventos y dar un tiempo para que el cuerpo, las emociones y pensamientos se regulen.

 

Generar rutinas: Las actuales circunstancias generan quiebre de rutinas esenciales para organizarnos espacio-temporalmente. Ello conlleva ansiedad y sensación de pérdida de control. Frente a esto, la posibilidad de recuperar rutinas o crear nuevas, genera la sensación de espacio conocido y protector.

 

Buscar afecto y seguridad en los más cercanos: El afecto, la compañía y los vínculos afectivos son mecanismos centrales para recuperar la esperanza y vislumbrar soluciones.

La OMS/ Minsal recomiendan, frente a situaciones de desastres, algunas acciones relevantes: 

  • Buscar compañía y hablar.
  • Compartir sentimientos y pensamientos con otros.
  • Escuchar y ayudar a sus compañeros.
  • Permitirse sentirse mal, deprimido o indiferente.
  • Realizar ejercicios físicos suaves, alternados con relajación.
  • Estructurar el tiempo y mantenerse ocupado.
  • No evadir el dolor o sufrimiento con el uso de drogas o alcohol.
  • Tratar de mantener un itinerario de vida lo más normal posible.
  • Hacer cosas que lo hagan sentir bien, útil y solidario.
  • Tomar pequeñas decisiones cotidianas.
  • Descansar lo suficiente.
  • Intentar, dentro de lo posible, comer bien y regularmente.
  • Saber que los sueños y pensamientos recurrentes acerca del evento traumático son normales y deben ser compartidos.

 

Rodrigo Venegas

Psicólogo y académico Facultad de Psicología, U. San Sebastián