• 28 de Marzo

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El Doctor en Historia Steve Stern aseguraba en algunos de sus papers que las memorias colectivas -esas que compartimos como sociedad- se construyen desde diversos “portavoces”, siendo el cine, la literatura, las artes plásticas y la misma arquitectura ejemplos de ello. Creo firmemente que las manifestaciones artísticas son uno de los más importantes vehículos para conocer una sociedad, pues nos vinculan con las expresiones del ser humano y nos recuerdan que ciertas cosas quedan y se valoran más aún cuando el artista muere, trasciende y nos deja un recuerdo tangible en su obra.

Sin embargo, siempre se habla del patrimonio como algo antiguo, y no de aquel que nace en cada época y evoluciona igual que las personas, recordando a las nuevas generaciones quiénes vivieron antes que ellas. Ese es el patrimonio que debemos conservar, el de todas las épocas.

La arquitectura es una de las manifestaciones que más evidencia la identidad de los seres que habitan un periodo histórico, pero también un espacio físico, logrando crear una vinculación directa con la identidad de los entornos donde ésta se despliega, como sucede con la arquitectura de Haussmann en París, o la incaica del pequeño pueblo peruano de Ollantaytambo.

La preservación de patrimonio arquitectónico no solo nos permite tener ciudades turísticas o “bonitas”, por sobre todo nos permite habitar espacios que generan identidades arraigadas a ellos.

Pero para preservar estos valiosos patrimonios es necesario contar con normativas que los fomenten y protejan, sin ser un impedimento para el progreso del país. En Chile, toda iniciativa realizada en pro de la conservación patrimonial descansa en la importancia que los municipios y organismos del Estado le dan. Incluso tras la creación del Ministerio de la Cultura, las Artes y el Patrimonio en 2013 y de la puesta en marcha de Ley N°17.288 de Monumentos Nacionales, ninguna institucionalidad consideró mecanismos de compensación para los propietarios de este tipo de inmuebles.

En el ya mencionado Perú, por ejemplo, se mantienen las riquezas arquitectónicas mediante la motivación a sus dueños y a las inmobiliarias para que no las destruyan, a cambio de distintos tipos de beneficios que les puedan entregar las municipalidades y gobiernos regionales.

¿Qué ha pasado para que nosotros aún no avancemos en esta materia? ¿Quién tiene la facultad de crear esos incentivos y promover una ley que colabore en este sentido?

Esto no puede hacerse, como hasta ahora, por la vía de las restricciones, sino premiando, fomentando y creando incentivos reales para que las empresas puedan, “teniendo retornos”, colaborar con el patrimonio que todos. Gobiernos, personas y empresas debemos cuidar nuestro entorno arquitectónico, cultural, flora y fauna, etc.

La defensa del patrimonio nacional, no solo es abrir puertas para que muchos puedan disfrutar de espacios magníficos durante un día: también es saber preservarlos para contar con más de ellos en los años venideros.