• 18 de Abril

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Hoy, que la sociedad a nivel global está enfocándose y discutiendo profundamente la regulación de diversas leyes migratorias, es cuando observamos que aparecen grupos de intelectuales o ciudadanos comunes que examinan el impacto que este fenómeno produjo, produce y producirá en los países que han sido receptores de este boom migratorio. 

Bajo este escenario, hay que considerar que en el país las universidades no pueden estar ajenas a esta discusión. Muy por el contrario, se debe ser parte de una reflexión significativamente profunda, ya que contiene un gran sustento valórico, centrado en la responsabilidad, la humanidad, la empatía y una visión de futuro. 

En función de lo anterior, el impacto de este fenómeno de la interculturalidad por migración ha sido más bien positivo, ya que no sólo ha otorgado un bagaje cultural más amplio al poder compartir con personas que tienen otras costumbres y visiones, sino también para poder aprender, reaprender o recordar algunas de las conductas que eran parte de nuestra identidad y que a través de los años se han ido perdiendo, aún cuando son un elemento diferenciador del país y de la esencia de sus servicios.

Al respecto, pareciera ser que la cordialidad, la alegría y cercanía con las personas son valores escasos. Lo mismo ocurre con la atención en los diversos servicios que se entregan a los consumidores. Algo ocurrió. Cambiamos. Quizás es muy difícil explicar el porqué. 

Sin embargo, resulta fácil visualizar que nuestro país creció de manera significativa en el último tiempo, mejorando los estándares de vida, el acceso al consumo; hoy los hijos logran los sueños que los padres proyectaban como un corolario de una vida de esfuerzo y trabajo. Resulta más fácil alcanzar esas metas que para las familias de antaño eran, quizás, más complejas. Aún así, se vive en una sociedad que pareciera haber perdido la sonrisa, un atributo personal que en un ámbito más técnico, resulta una ventaja competitiva en el mundo de los servicios. 
De hecho, cuando se quiere acceder a un servicio, se valora significativamente una sonrisa, pues como consumidores se busca una atención diferente, centrada en la amabilidad y cordialidad de manera que, efectivamente, parezca un intercambio en la cual ambas partes son beneficiadas y no un favor que entrega el oferente, que es lo que realmente sienten los miles de usuarios de los servicios en nuestro país. 

En este contexto, el fenómeno de la interculturalidad en los servicios ha hecho su parte.  Por ejmplo, cuando se está por realizar una compra se busca a aquella persona que parezca extranjero y no sólo por su color o forma de hablar, sino por esa sonrisa y amabilidad permanente hacia el consumidor. 

Es por eso que algo sucedió en nuestra sociedad. Se ha perdido lo que era un arma de posicionamiento en un mundo realmente competitivo. Se ha perdido la alegría y junto a ello, la sonrisa. Al respecto, estudios afirman que los extranjeros no sñolo son preferidos por los empleadores por sus costos, ni por sus cualidades técnicas, sino por esa alegría de desempeñar un trabajo que, en algunas ocasiones, los chilenos podemos mirar con cierta indiferencia. 

Bajo este escenario, es necesario entender la urgencia de volver a sonreir. Es un elemento que, aunque simple, es vital para marcar diferencias a la hora de ofrecer un servicio. Otorga mayor calidez (en la atención) e incluso provoca que el receptor pueda percibir una mejor disposición del emisor, proyectándose valores como la alegría y la empatía en el diálogo. Y es que una sonrisa sí que es el corolario de todo buen servicio. 

Por eso es que en la formación profesional actual no sólo se debe favorecer la adquisición de estándares técnicos elevados, sino también crear un sello distintivo que sea característico en el estudiante. 
Es por ello que, pensando en el concepto de interculturalidad por migración, se debe aprender o reaprender del otro y buscar la mejor forma de conciliar los talentos de cada cultura, para así poder llevarlos a los servicios, basado en algo simple y profundo como lo señalado por Sor Teresa de Calcuta al referirse al trabajo en equipo: “yo hago lo que usted no puede y usted hace lo que yo no puedo. Juntos, hacemos maravillas”.