• 04 de Mayo

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Por Luis Alberto Vásquez M.

La actual época, marcada por fenómenos multifactoriales, ha sumido a las personas en niveles crecientes de estrés y desconcierto.

La carencia de un sentido existencial claro y respuestas predefinidas a las preguntas eternas, que en el pasado encontrábamos en las religiones, ahora enfrenta a individuos que exploran estas cuestiones desde la hoja en blanco, cargando con angustias y temores que, aunque potencialmente transformadores a largo plazo, en el presente parecen ser laberintos sin salida.

La búsqueda de la reducción del estrés y la consecuente búsqueda de paz y equilibrio interior ha generado beneficios adicionales, como el autoconocimiento y la exploración de territorios antes reservados para las prácticas religiosas.

Similar a las flores silvestres en nuestro desierto florido, que ocasionalmente pintan la tierra como un arcoíris, la espiritualidad, a veces ingenua y otras sutil, calma nuestra sed, silencia nuestros ruidos internos, nos conecta con nuestras raíces o nos hace cuestionar nuestro sentido de ser.

El contacto con uno mismo, con los demás y con el universo, resultado de las diversas prácticas aplicadas hoy en día, sirve como umbral para el crecimiento espiritual, impulsándonos a navegar por la vida con la certeza de un trayecto que culmina en un puerto definitivo.

Reducir la incertidumbre es un paso fundamental y se logra mediante prácticas cotidianas como la meditación, caminatas en la naturaleza, chi kung, yoga, biodanza, entre otras.

La práctica constante es una condición esencial ligada a la voluntad de abandonar nuestra zona de comodidad, a menudo construida sobre ideas razonadas de manera exclusiva.

Salir del "armario cartesiano" nos permite transitar por senderos espirituales olvidados, aunque no por ello inexistentes.

Al reducir el estrés, respirar, conectarnos con nosotros mismos y alcanzar el equilibrio y la paz, nos adentramos en el terreno espiritual, enfrentándonos a un nuevo y elevado estadio que nos desafía a ser coherentes entre lo que sentimos, pensamos, decimos y hacemos.

Una tarea más fácil de reflexionar y escribir que de lograr en la práctica.

El beneficio de este proceso radica en alcanzar una vida más plena, referida tanto al Ser como al Hacer, elementos imprescindibles en este viaje de desarrollo personal y crecimiento espiritual.