Son los últimos días del 2024. Con quienes he conversado, cómo estuvo el año, esa pregunta tan típica de este mes, hasta ahora nadie me ha dicho que ha sido el mejor año de su vida. Por el contrario, un tiempo cargado de controversias y dificultades. No es que sea culpa del calendario, tampoco necesariamente responsabilidad individual. A veces es una mezcla. O es simplemente cómo se dan las cosas. El momento del balance tiene razones, explicaciones, responsabilidades y aprendizajes.
Antes pensaba como el western, lo bueno, lo malo, lo feo, lo raro. Todo junto a lo voluntario, lo intencionado, lo inesperado, lo circunstancial. La suerte, si se quiere. Una vez alguien me dijo en una plaza de Puerto Varas que la suerte era la suma de la oportunidad más el conocimiento. Que lo había leído de alguien que lo había dicho. Esa había sido su suerte.
Para quienes vivimos entre las décadas, ver llegar el 2025 invita a recordar lo que fue la llegada del año 2 mil. El nuevo milenio y su larga previa, la gran cuenta regresiva de la década de los noventa. Fue un tiempo loco. En su momento parecía la bienvenida al futuro. Incluso, la idea de la modernización del Estado tenía que ver con esta perspectiva del milenio. Un viaje semántico que pasó por las estaciones de los compañeros y compatriotas, los vecinos, las comunidades, los ciudadanos. También, el principio de lo propio: la gente eres tú.
La llegada del 2 mil fue hace 25 años. En esos tiempos se debatía sobre los impactos de la globalización, la economía, la influencia del mercado, el rol de los países en el contexto de los acuerdos de libre mercado. La presencia de la individualidad vivía exacerbada en una posición clientelar, marcando una sociedad volcada al mérito del consumo. La percepción del éxito estaba estrechamente ligada al poder adquisitivo. Coincidente, el lucro como concepto asumió un poderoso protagonismo. Pasó a ser una fuerza apetecida, pero también, caricaturizada como enemigo. Fueron días en que algunos conductores eran multados por manejar hablando por un celular que no era más que un pedazo de madera.
La política nacional inició durante las primeras décadas del milenio un espiral de movilizaciones asociadas al cuestionamiento del modelo de desarrollo. La satisfacción del mercado fue pronto una moral controvertida entre derechos, deberes, exigencias y jerarquías. La realidad se llenó de contrastes en nombre de la gente. La movilización frecuente inició su ciclo: revolución Pingüina, Freirina, Barrancones, Aysén y tu problema y es mi problema, Magallanes y la causa del gas, Patagonia sin Represas, la gratuidad de la educación superior, y tantas más.
Los teléfonos inteligentes, las redes sociales, el acceso a la infinita información, creció junto a un sentimiento utilitarista de la realidad, donde lo que sirve y lo que no sirve, parecía tomar distancia de lo que vale y lo que no vale. La búsqueda de equilibrio perdió el sentido antes de encontrarlo, mientras, el centro extravió su centro.
Así, el país y la comuna vivieron un viaje intenso de elecciones, proyectos constitucionales rechazados, proliferación de discursos y de acusaciones cruzadas. En nombre de la dignidad la violencia se validó como revanchismo. Los rostros televisivos encargados de farándula y matinales, se arrogaron ser analistas sociales y justicieros de una verdad aparente. La cultura de la cancelación y la suma instrumental de todas las causas generó un sentimiento fundacional que se encontró con las fundaciones que pretendía hacer desaparecer, favoreciendo la polarización y el desconcierto. Esa sensación conquistada: ¿Qué pasó y por qué pasó?
Lo cierto, los días pasaron. Cada uno carga sus propias conclusiones a la vista de la perspectiva. 2025 toma distancia. El inicio del 2025 puede ser el comienzo de una etapa de maduración. Puerto Varas tiene la suerte, como me comentaba alguien en la plaza, de la oportunidad en su porvenir. Un nuevo concejo municipal, nuevo gobernador regional, implica un nuevo viaje por las décadas que vienen post estallido social, post pandemia y todos sus estragos. El cansancio de vivir tiempos históricos podría ser aliciente de días más tranquilos, donde trabajar en silencio y lograr cosas importantes para las necesidades, desafíos y oportunidades de los vecinos de la comuna, sea lo más coherente con tanto ruido.