• 06 de Diciembre

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[OPINIÓN] La belleza de Puerto Varas

Por: Pablo Hübner


La belleza es un valor. Lo bello conmueve, emociona, valoriza, vincula. La belleza, en todas sus formas es importante. Mucho se dice que Puerto Varas es una de las comunas más lindas de Chile. Con sus más de 4 mil kilómetros cuadrados ofrece características únicas, integrando su patrimonio natural y cultural. Un destino maduro, dotado de conectividad estratégica y una infraestructura turística sólida, que más allá de los evidentes desafíos, logra características de liderazgo, en comparación con otras localidades de la zona sur del país.  

La belleza tiene sentido de oportunidad, con especial interés para la vocación del turismo. ¿Es Puerto Varas una ciudad bella? Lo es, pero puede mucho más. Su potencial se confunde ante una tolerancia que cuesta explicar, pero, que permanece a lo largo de los años. Resolver de quién es la culpa no mejora el problema.

Por ejemplo, el enredo de los cables. Postes quebrados, ladeados, algunos incluso sin identificación, se distribuyen por toda la ciudad, forjando costumbre. Cables abandonados sin uso se amontonan entre los que están con nudos y los que cuelgan. La situación, además de peligrosa, es un aporte a la fealdad. Un problema evidente sobre el que sobran las declaraciones, los anuncios y las mesas entre actores vinculados. ¿Cuántos cables en desuso se han retirado los últimos cinco años? ¿Cuántos postes quebrados han sido reparados, o cambiados?

Algo parecido pasa con el plan visual, iniciativa que se perdió de vista. Hace un tiempo se invitó a los locatarios del centro a invertir en lograr tener una fachada de madera, buscando cohesión en relación con la identidad comunal. En ese entonces se destacaba el rol de la participación para la recuperación del espacio público y se hacía prédica de sus bondades, mencionando como ejemplo el proceso del paseo peatonal San Pedro. El plan visual pronto quedó en el olvido, ofendido por el rol que lograron las enormes pantallas publicitarias, contrato condicionante que llegó a su fin. En cuanto al paseo, se hizo, pero, cuesta imaginar que el resultado se aproxima a la expectativa que se creó durante el proceso.

Lo propio con la contaminación de las playas. Llaman educación ambiental enviar a los niños a recoger la basura de los adultos, pero eso no soluciona el problema. Basureros reventados y dañados, muros rayados, basura en las calles, van coronando el escenario. Los papeleros nuevos de la costanera pronto pierden sus tapitas. Los esfuerzos que se realizan para contener parecen no ser suficientes.

Los muros de la comuna suelen tener rayados sin que alerte mayormente. Se romantiza una ocupación arbitraria como expresión urbana. ¿Cuánto se invirtió en pintar los muros rayados durante los últimos años? Salvo el caso del mirador al frente del casino, no se ve mucho.

Por su parte, el borde costero va sumando ocupaciones provisorias como definitivas. Su funcionalidad omite la relevancia simbólica del lugar que usan, haciendo de pasarlas industriales y galpones oscuros la derrota de una oportunidad perdida. El objetivo, muy positivo, de incentivar el uso del lago, no puede tener por precio el afectar la belleza del borde costero. Más bien, debería ser todo lo contrario.

Más triste es lo que pasa con los juegos de las plazas de Puerto Varas. Cuesta encontrar una plaza con todos sus juegos buenos. El caso de la Plaza de los Niños, inaugurada hace pocos años, es un ejemplo claro. De las estaciones de juegos que había, no queda casi ni una en buen estado. Incluso, algunas han desaparecido. Una hoja de papel pegada en la tapa que cubre el lugar donde estaba el resbalín principal menciona hace meses que los juegos están en reparación. ¿Dónde se están reparando? ¿Cuándo los entregan? Si bien se han realizado anuncios de inversiones, no se han ejecutado. El tiempo sigue pasando. Los niños crecen jugando con los juegos rotos.  

La obra de mosaicos en la escalera del pasaje Ricke, la conquista de la nueva plaza de Arturo Prat, el trabajo de hermosamiento de la estación de trenes, son evidencia de todo lo contrario. Creer en la belleza, más que una convicción, es una actitud que implica acción. La búsqueda de la belleza es un valor que puede consolidar el liderazgo de la comuna. Puerto Varas necesita aprovechar la oportunidad que ofrece la belleza. La belleza local debería ser una política permanente y distintiva de la comuna. Puerto Varas no necesita ser la comuna más bella de Chile, necesita ser la comuna que más defiende, conserva y promueve su belleza.