• 16 de Marzo

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Estamos en 1830 y a unos 80 kms. al norte de Nueva York. El lugar es West Point, la famosa academia de guerra donde hasta hoy se forman los futuros oficiales del ejército estadounidense. Por allí, la rutina de todos los días sus residentes se la saben de memoria. Pero un día, todo se trastoca. Un cadete aparece ahorcado y su cuerpo atrozmente vejado.

¿Qué hacer para encontrar al culpable y devolver la calma alterada y acabar con el miedo en los cadetes internados? Y sin ventilar las cosas, porque el futuro de la academia está en juego.

Los oficiales al mando deciden llamar al vecino. A un viudo y solitario detective de policía jubilado de Nueva York, que por razones de salud se ha retirado a vivir por allí. Augustus Landor, que así se llama, piensa que necesita un apoyo en la investigación que le ayude desde dentro de la academia. Ya se sabe que los cadetes tienen su código de silencio. Alguien que sea su ayudante incógnito. Y elige a un cadete buen observador, aficionado a la poesía y a empinar el codo, mal genio y revoltoso. Su nombre es Edgar Allan Poe (me sonaba de algo) y yo diría que es el alma del libro.


Esperaba encontrarme con un buen thriller o una novela policial para pasar el rato, pero me fui convenciendo a medida que pasaba las páginas que lo que tenía entre manos era más que eso. El autor da toda la impresión (y lo estuve chequeando a posteriori) de haber hecho un exhaustivo estudio de la realidad histórica de la época y lo utiliza muy bien en el libro.

El contexto está muy bien trabajado, la mezcla de personajes históricos y ficticios es notable y las descripciones muy precisas. En esto último, se destaca la capacidad de narrar acontecimientos críticos que tienen la particularidad de ocurrir siempre de noche. Recordemos que en esa época aún no había energía eléctrica. La poca luz provenía de velas, lámparas, candelabros o faroles según sea el caso.

Y la relación que forjan Landor y Poe, va más allá de investigar crímenes atroces. El vínculo que se genera, está lleno de vaivenes, tensiones extremas y un lazo afectivo que pugna por romperse. Es lo mejor del libro.


Y lo que terminó de ganarme, fue la sucesión de giros y sorpresas que me deparaba el último cuarto de libro. Allí se entienden algunas cosas contadas al inicio que no parecían conectarse con el hilo argumental de Los crímenes de la academia. Nada que decir. No los vi venir. Hay una serie en Netflix basada en este libro que está bastante bien.