Llueve en diciembre. Eso es normal. El calendario avanza hacia el fin de año, que parece también el fin de un ciclo. No todo cambiará porque las hojas del calendario cambien, pero, sí se consolida una distancia que permite un cambio de perspectiva. Poder mirar lo cercano como más lejos. Decir, sin mayor contratiempo: Esto pasó el año pasado. Sirve para lo bueno y para lo malo, para creer en otro camino posible, aprender de los caminos transitados. El cansancio se repone de la fatiga con la brisa de la novedad. Como si el tiempo lo ordenara, al ritmo de las agujas del reloj, esperar y seguir se dan la mano en una tregua. La paciencia consolida la paz luego de haber encontrado un algo en medio de un entre tanto. La conquista de una pausa. Un paréntesis en el relato. La continuidad, con su oportuna mirada al pasado, y el cambio, con su anhelo por el futuro desconocido, conversan de lo que ha sucedido. Entre las palabras se precipitan las respuestas, anticipando las preguntas. El sonido del lago recibe las gotas de la lluvia, marcando pequeñas ondas circulares que se expanden hasta que desaparecen en medio del agua.
Puerto Varas inicia así una nueva temporada. Si fuera una serie de Netflix, otra vez en los primeros capítulos. Algunos personajes se mantienen, otros salen. Los proyectos que siguen deben terminar como corresponde, mientras, los que se presenten tienen que reconocer su jerarquía y necesidad. Ha sido un viaje largo. Del estallido social a la pandemia, los procesos constituyentes, las elecciones municipales nuevamente. La idea de recuperar y transformar, como fuerzas antagónicas, marcaron un clima de enfrentamiento polarizado que parece estar madurando en su definición de ser más o menos centro.
En esta nueva etapa el porvenir dependerá del fruto de las decisiones y la manera en que se adopten. Los montos de los sueldos y asignaciones de los representantes, incluso, con el debate de cómo se definen, nunca será más costoso que la omisión de un trabajo efectivo. Bien sabe Puerto Varas de proyectos mal ejecutados, postergados, abandonados, adaptados con menos infraestructura, mismo presupuesto. El tiempo perdido también tiene un precio. La necesidad de que la ejecución de la promesa se cumpla como se compromete es determinante.
Los desafíos de la comuna son profundos. El plano regulador de la zona central de Puerto Varas, Nueva Braunau, Ensenada. La implementación de los buses eléctricos. La creación, funcionamiento, alcances, de la nueva zona Metropolitana. La solución de la conectividad interior con Llanquihue. La nueva entrada norte. La nueva costanera. La marina pública. El proceso de mejoramiento del cerro Philippi. La renovación de la Plaza de Los Niños. La nueva red de paraderos. La implementación del tren y su contención de conflictos asociados. El desarrollo del proyecto Parque Quebrada Honda. La concreción del nuevo plan de manejo y tratamiento de residuos, entre tantos otros desafíos más. Las principales temáticas siguen ahí, aceptando, que más allá de lo bueno y lo malo, no todo está resuelto. Salud, educación, seguridad, vivienda, los principales temas, necesitan determinación de avance. La comunidad lo tiene claro porque lo vive día a día. Y como se sabe: las obras son amores.
De lo que se ha hecho, de lo que se viene haciendo y de lo que se hará, dependerá la comprensión de Puerto Varas a la respuesta de sus principales necesidades, desafíos y oportunidades. Como demuestra el fin del año antiguo y el inicio del año nuevo: Ayer siempre se acuerda de mañana. A mañana le sobran las explicaciones. El tiempo es ahora. Llueve en diciembre, ni una gota cae en vano.