• 20 de Abril

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El anuncio de cambio de tránsito en el cruce y en las calles aledañas a San Francisco con Colón generó decenas de reacciones. En las redes sociales del municipio se cuestiona la medida, el proceso de participación, el trabajo de implementación, la ausencia de personal en la zona, la calidad de la señalética. Los semáforos que faltan para dar seguridad al cambio. La necesidad de marcar mejor los pasos peatonales. El inaceptable estado del cierre perimetral del estadio Ewaldo Klein. La idea de que mover el taco no cambia el taco. En la crítica se redunda en los que son de acá, los que son de afuera, los que saben todo, los que saben nada. Los que conocen la historia del primer semáforo en la comuna.

Con decisiones de este tipo nunca quedan todos contentos, y con razón. Los cambios modificarán el desplazamiento de las personas, los autos, camiones, carros de bomberos. Hay calles que tendrán otra carga, negocios que tal vez verán alterada su suerte. Es evidente que solucionar el problema vial en Puerto Varas requiere mucho más que cambiar la dirección de las calles. No obstante, eso no quita que este esfuerzo debe ser valorado, tanto en su potencial resultado, como en la atribución esencial que lo justifica.

Esta es una decisión técnica, con fundamento en base a un estudio profesional, en el marco de una estrategia de movilidad ampliada. El cambio de tránsito no es una medida aislada. La determinación ha sido tomada por quienes fueron electos precisamente para esto. Más allá de si la medida es buena, mala, o necesita tiempo para mejorar, su ejecución demuestra una verdad: No todas las decisiones tienen que ser un concurso de popularidad. Las autoridades han sido electas por la comunidad para ejercer el mando, y no sólo para estar permanentemente consultando a una parte reducida de los electores sobre lo que hay que hacer. Sin desmerecer la importancia de la participación, hay un punto en que cada quien debe hacer lo que le corresponde, asumiendo de que ya se conocen los problemas, lo que falta son las soluciones.

El cambio de tránsito es una medida poco popular, eso es evidente, se percibe en el juicio generalizado, que no por prematuro, es menos categórico. La situación recuerda que después de los diagnósticos, viene la acción, con medidas de corto, mediano y largo plazo. Muchas de estas medidas tienen costos, ganadores y perdedores. También delatan de que no se puede hacer todo lo que hay que hacer al mismo tiempo, cristalizando la triste lentitud con que se avanza en proyectos más ambiciosos que un cambio de tránsito. El de quién es la culpa no cambia el trayecto de la realidad para los vecinos y su diaria relación con el caos vial. El sentido de urgencia se pierde en la medida de lo posible y sus plazos prolongados.

En la participación suele haber coherencia en los diagnósticos, no tanto en la manera de resolver los problemas. Hay una distancia entre el título de la canción y las estrofas, así como poca conciencia de que una canción no puede ser solamente el coro. No obstante, en la exageración del rol de la participación, organizada por el mismo municipio, se proyecta una falsa ilusión, la delegación del poder delegado, o en su defecto, el poder compartido, pero hasta cierto punto, un límite que se conoce recién en la medida que se avanza desde los dichos a los hechos.

Muchos esperaban ser consultados, como si el municipio, en su afán dialogante, creador de mesas y más mesas, tuviera que consultarlo todo. La promesa de participación permanente y las expectativas sembradas se convierten, en la presencia y en la ausencia, en una lanza para las críticas. No queda claro hasta dónde la participación es una guía, referencia, sugerencia, consejo, una obligación, o simplemente, una manera de reconocer problemas en conjunto, pero no de crear en conjunto las soluciones.

Recién hace pocas semanas se terminó de conformar la última mesa. Ha pasado más de un año, para un gobierno municipal que durará 3 años y medio. El proceso de participación todavía no está debidamente explicado. Metodología, plazos, actas, asistentes, continuidad de las mesas, información básica, que no está disponible de manera simple, sobre todos para quienes no han participado, lo que no necesariamente acusa falta de interés cívico. La relación entre horizontalidad y verticalidad en el liderazgo requiere realismo ante una promesa de participación permanente y vinculante que aún no es clara.

Por: Pablo Hübner