• 28 de Marzo

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La portada del jueves pasado en el Heraldo Austral sobre el Cerro Philippi tuvo más de 200 comentarios en las redes sociales. Las opiniones estaban bien repartidas. Algunos defendiendo el trabajo de los ciclistas, mientras otros piden más regulaciones, prohibiciones, cambio en las normas, otras medidas, otros usos.

Entre los más de 200 comentarios hay algunas ofensas, insultos, caricaturas y prejuicios. Unos que acusan a otros de no entender nada. De ser de afuera. De llevar menos tiempo acá. De preferir algo no deseado, como que vuelva el estado de abandono del cerro, las borracheras, que aumente la basura. Se defiende el cuidado que ofrece la presencia de los ciclistas ante amenazas, como la tala ilegal, la delincuencia. Se defiende el aporte del deporte, la vida al aire libre, el tener un lugar y sentirlo propio. Entre las voces críticas se acusa el impacto al medio ambiente, la determinación del uso del cerro a una actividad muy específica, la modificación del entorno natural y la envergadura del cambio, la seguridad ante la velocidad, la tranquilidad perdida.

Entre los más de 200 comentarios hay una clara necesidad de expresar una opinión sobre el Cerro Philippi. En muchos casos se siente la determinación en el énfasis que inspira la fuerza de la convicción, capaz incluso de responder todas las inquietudes. Pero, en definitiva: ¿Quién decide? ¿Los que llegaron primero? ¿Los que han hecho más? ¿Los que se organizaron mejor? ¿Los que viven más cerca del cerro? ¿Los que van más al cerro? ¿Los que no van por los que van? ¿Los que hicieron acuerdos y tienen los permisos? ¿Los que no tienen permisos y quieren permisos? ¿Los que quieren cambiarlo todo? ¿Los que prefieren no cambiar nada? ¿Los que van desde hace veinte años? ¿Los que irán en veinte años más?

El cerro sigue ahí, mirando cómo la realidad va cambiando, no sólo los debates sobre el uso de su territorio, sino además el movimiento de la zona urbana de la comuna, el crecimiento inmobiliario, el aumento de autos y la prolongación de los tacos. El cerro se ve más verde cuando su entorno se ve más gris.

La relación entre la continuidad y el cambio de los lugares identitarios suele tener un tránsito complejo. Ya no se trata sólo de superar el abandono del Cerro Philippi, sino de cómo se aprovecha de mejor manera el lugar, cuidando y preservando su patrimonio natural y cultural. Nadie quiere volver al abandono del cerro. Nadie se opone al deporte o la sana recreación. Todos quieren proteger el medio ambiente y buscar caminos para que la conservación sea vinculando a las personas con estos espacios naturales. Abrir y mejorar el acceso, incorporando infraestructura de uso público que favorezca la concurrencia, el deporte y la cultura. Aprovechar el patrimonio natural y cultural de la comuna de Puerto Varas, desde su pasado, con su oportunidad tan presente y con justa perspectiva de futuro.  

El gobierno municipal está realizando esfuerzos importantes en desarrollar políticas de participación para conseguir representar de manera colectiva estas diferencias y similitudes. La tarea no es fácil. Los desafíos no parten desde cero. Hay una historia. Hay acuerdos. Hay recursos, tiempo y trabajo. También hay responsabilidades institucionales, más allá del gobierno municipal de turno.

Entre continuidad y cambio, ausencias y regulaciones, la historia de Puerto Varas se mueve por el siglo. El cerro es un lugar importante para la comuna, es identitario, ni siquiera en su abandono tuvo menos altura. Cada movimiento en el relato del debate sobre su uso será también reflejo de la identidad local. El debate del cerro es también un espejo. El espejo ve tanto como refleja. La responsabilidad obliga.

Por: Pablo Hübner