• 19 de Abril

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Si algo ha marcado la historia de Puerto Varas ha sido la presencia del casino. Desde hace más de 50 años el casino es parte de la realidad comunal. Independiente de la empresa controladora o de la ubicación del recinto, la dinámica es un poco la misma desde que se inició. Un recinto de luces y sonidos llamativos, convoca a turistas y residentes a jugar y ganar.

Los casinos fueron instalados en las regiones como una manera de incentivar el turismo y generar recursos en los lugares donde se emplazan. Pero los turistas no viven acá. Quienes están en el día a día son los vecinos. Vivir cerca de un casino no siempre es fácil. Su promesa de ganar millonarios premios muchas veces contrasta con los resultados de los jugadores, quienes por lo general conocen más las emociones de las derrotas que las de los triunfos, mientras gastan lo que no tienen para tener lo que no tienen.

Hasta hace poco, parecía que el casino nunca iba a perder. Pero, la situación del covid-19 ha sido devastadora para un negocio que ya venía resentido por la baja de clientela que produjo el impacto de la nueva ley del tabaco y luego, el estallido social.

El casino que hoy tiene la licitación para operar, Dreams, sueños en español, tiene suspendida la relación laboral con sus trabajadores. Las puertas cerradas. El otro casino, Enjoy, entretención en español, ganó la última licitación y debía empezar operaciones el próximo año, pero ha dado señales claras de que no podrá hacerse cargo. Desde la municipalidad han corrido y con razón para anunciar que cobrarán la boleta de garantía, mientras buscan garantizar la continuidad del funcionamiento del casino, más allá de la empresa a cargo.

El casino y su aporte a la comuna tiene una amplia gama de grises. Inauguraciones de exposiciones de arte, tributos a cantantes famosos, concursos de karaoke, charlas de amabilidad con la presencia de famosos. Durante el verano auspicia eventos recreativos en la calle techada, fuegos artificiales para el año nuevo, corridas y más. Genera recursos, trabajo en todo el encadenamiento productivo del turismo y aporte directo al presupuesto municipal. Pero, su funcionamiento también tiene costos para la comuna, sobre todo para los vecinos.

El casino es un lugar para adultos. Se asume que cada quien sabe y controla lo que hace. Las manos que trabajan son las que después estiran sus propios billetes para introducirlos a las máquinas tragamonedas. Luego, las mismas manos acarician la pantalla con vehemencia, rogando para que aparezcan los tres monitos que convocan al bonus especial, para ver si así, se recupera algo de lo perdido esa noche, esa semana, ese mes, ese año, esa década. Y por perdido no es sólo el dinero, es el tiempo, la familia, lo que se dejó de hacer por estar ahí, obnubilado por las luces y los sonidos, rogando para que la plata apostada se multiplique de manera fácil y triunfadora. Una relación entre entretención, necesidad y dependencia. La vida saltando loca y entretenida como la pelotita sobre una ruleta, hasta que cae en el casillero de la realidad. Perdiste. El sueño roto, la entretención convertida en frustración. Detectores de metales en la puerta acusan el peligroso vértigo hacia el abismo.

Por ahora el casino está cerrado y su futuro es incierto. Volverá, pero no como antes. Volverá en el contexto de una profunda crisis económica, con severos impactos para el turismo y probablemente, con nuevas exigencias sanitarias que implementar. "Los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos", decía Confucio. Eso, hasta que la situación lo permita.

Por: Pablo Hübner