• 19 de Abril

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No es ninguna novedad que las exigencias laborales que impone la vida moderna, han terminado por mantener a los padres la mayor parte del día fuera de sus hogares, alejados de su familia y la crianza de sus hijos(as). Es un círculo del cual es difícil escapar: si quiero dar más comodidades y bienestar económico y material a mi familia, debo trabajar más tiempo y más días. Esta fórmula, genera por añadidura “padres ausentes”. Padres que han construido una “buena situación” para su familia (bienes materiales, educación de calidad, solvencia económica, entre otros “logros”) y que colocan constantemente en la balanza el tiempo junto a sus hijos(as) contra los “logros materiales”. Lamentablemente, estos son dos actores que no se llevan bien en el mismo escenario. Esta situación, en el corto plazo, va generando lo que algunos autores del coaching ontológico denominan “rutinas defensivas de los padres”. Estas rutinas, son conductas parentales que van aflorando en la vinculación con los hijos(as) y que obedecen a un sentimiento de culpa profundo que ellos experimentan, ante su ausencia de la vida familiar. La “rutina parental defensiva” más común, es CALLAR ante algunos comportamientos disruptivos de nuestros hijos(as) o que creemos nos van a generar un conflicto con ellos(as). En estos casos, los padres callamos por temor a la respuesta de nuestro hijo(a) o los cuestionamientos que provengan de los demás. SIEMPRE SERÁ MÁS FÁCIL CALLAR. Pero, esta “solución” podríamos graficarla en el refrán popular “pan para hoy, hambre para mañana”. ¡¡Por supuesto!!...estamos postergando un conflicto con nuestro hijo(a), que en la medida que más tiempo transcurra, mayor será el nivel de virulencia que tendrá…y mayores las consecuencias. Para evitarlo, le propongo algunas acciones:

  1. El escaso tiempo que le quede en el día (puede que no sea mayor a 15 minutos), dedíquelo a conversar de cualquier tema con su hijo(a) sin ningún propósito predefinido. Sólo converse y demuestre interés SINCERO por lo que él (ella) le cuente. En algún momento, exprese su amor.
  2. Fije límites y normas SIN CARGO DE CONCIENCIA y sin concesiones o “vueltas atrás”. Una vez que fijó un límite o una norma, no la puede estar cambiando de acuerdo a cada condición. Eso, le quita CREDIBILIDAD y AUTORIDAD ante sus hijos(as).
  3. No trate de ser amigo de sus hijos(as). Usted es el padre o la madre. Puede ser muy “amigable” desde su rol parental, pero jamás un amigo. Así, finalmente, le dará a su hijo mucha seguridad y una autoestima firme.
  4. Aunque sea por breves minutos, trate de realizar con su hijo(a) al menos una vez por semana, una actividad lúdica o de distracción, donde compartan intereses y gustos comunes: jueguen algún juego que ambos disfrutan, toquen juntos un mismo instrumento, vean y comenten juntos la misma serie, realicen una labor en casa juntos, entre muchas otras actividades que usted puede desarrollar junto a su hijo(a). No necesita tanto tiempo y usted construye un fuerte vínculo con él (ella).

¿Tengo “rutinas defensivas” y no me he dado cuenta? Para contestar esta pregunta, le plantearé algunas situaciones simples. Si usted ante ellas, contesta que lo que haría sería CALLAR, tiene incorporada una “rutina defensiva”. Por lo tanto, debería trabajar en las acciones anteriores para poder ir, gradualmente, desactivando estas “rutinas defensivas”. Las preguntas son las siguientes:

¿Si le pongo límites?..., mi hijo(a) no va a ser feliz y quiero que lo sea.

Llegó pasado a trago, si lo reto va a cumplir su amenaza de irse de la casa.

Si le digo algo, se va a enojar y me va a hacer un show.

 

Gonzalo De los Reyes Serrano

Magister en Educación; Coach en Parentalidad Positiva.