• 29 de Marzo

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Nunca ha sido raro ver publicaciones en los medios de Santiago hablando de Puerto Varas, sus bondades y belleza, el estilo de vida. Muchas veces estos artículos están endulzados con una caricatura de la comuna. Calcetines gruesos frente a un fuego abundante. Jugar en el bosque y mirar pájaros cantar al coro de los sueños. Tomar café y comer helados artesanales con kuchen. Suaves praderas verdes para correr con el viento. Una vida con mucha más decoración que vivienda. Estos artículos de prensa, por lo general, se dejan acompañar por algún ranking de calidad de vida, para hacer ver la opción como un viaje en primera clase.

Quienes vivimos acá desde hace años, algunos desde siempre, sabemos que la comuna tiene muchas bondades y oportunidades, así como también profundos problemas y desafíos. Vivir en Puerto Varas para todos representa algo distinto, pero entre esas diferencias, imagino, hay muchos elementos en común. Esta visión común, producto de los eventos que han marcado la historia desde octubre hasta la fecha, también está cambiando. La mirada original de qué es vivir en Puerto Varas, qué significa, para dónde vamos, camina con el tiempo turbulento que vivimos.

El estallido social, la pandemia, la crisis económica, la pérdida de poder de los medios de comunicación, los partidos políticos, iglesias, y otras organizaciones, ha marcado un nuevo escenario para la comuna. Vecinos que se van y vecinos que llegan. Negocios de hace años que probablemente van a cerrar y otros nuevos que abrirán sus puertas. Será tiempo de despedidas y también de bienvenidas. La nostalgia por un pasado que cada vez parece más lejos, se encuentra con un futuro que parece estar demasiado cerca. Una nueva realidad de cachetada que impone cambios y que obliga nuevas estrategias.

Si tuvimos una época bella, hoy aparece difusa en nostalgia. ¿Qué es lo que está pasando? ¿Qué es lo que podemos aprender de esto? ¿Dónde tenemos que mejorar? ¿Qué estamos haciendo mal? ¿Qué queremos que pase?

La necesidad de pensar el camino pasa a ser parte del camino. Cuestionarlo todo si es necesario. Ni una sola de estas preguntas tiene una respuesta única. Muchas maneras de pensar viven en estas interrogantes. Ahora, con más urgencia que nunca, este debe ser el tiempo de escuchar. Todos. Generaciones y visiones. Escuchar. Y con actitud de escuchar, para así buscar entender mejor el tiempo que vivimos. De la capacidad de comprensión de los aciertos y los errores vendrá un futuro mejor o peor.

Se sabe, la épica que necesita la comuna convive con los recurrentes conflictos, las peleas, las traiciones. También convive con el desgaste. Las ganas de no saber más. Convive con querer dejar de soñar por el cansancio que produce tanta realidad. Porque cansa reconocer la falacia cruel de algunos grupos o personas que piensan que lo que es bueno para ellos, es bueno para todos. La limitada idea del yo primero. La pérdida de identidad pública, el extravío o el olvido, el pragmatismo instrumental, la competencia ciega. La pérdida de mística. La ausencia de pasión. El viejo juego del poder por el poder. La carencia de arrepentimiento y de perdón.  El desprendimiento del alma.    

Los habitantes de Puerto Varas enfrentan un año histórico. Todo está cambiando demasiado. La nueva normalidad no será como la antigua novedad. Esto no quiere decir que simplemente debemos mirar la vida por el retrovisor, mientras manejamos rápido hacia un destino que ni imaginamos. Tampoco quiere decir que todo tiene que ser diferente. La responsabilidad y el respeto con la circunstancia dará la altura necesaria para la envergadura del desafío. Esa debe ser la respuesta a nuestro tiempo histórico.

 

 Por: Pablo Hübner